Entender las expectativas del cliente. Explorar el contexto, comprender los límites y comparar diferentes opciones son clave para sobresalir en mi trabajo. Por esto, dedico tiempo de calidad al principio para entender las necesidades y la realidad de los clientes. De alguna manera, el diseño es cumplir con una visión y esto requiere empatía y motivación. Creo que tengo ambas.

Me encanta el diseño y me siento energizada trabajando con personas. Habiendo vivido en tantos países diferentes (desde Angola hasta Australia), aprecio el enriquecimiento que la diversidad trae a mi trabajo. Disfruto probando conceptos y encontrando soluciones a diferentes desafíos; desde el diseño interior de casas nórdicas en Noruega hasta decorar una oficina de start-up en Brasil. Estar expuesta a tantas culturas, experiencias y técnicas diversas es un gran aprendizaje y mi principal fuente de inspiración.

Tecnología con un toque humano. La tecnología está cambiando la forma en que vivimos; lo vemos todos los días cuando nos comunicamos, trabajamos, compramos o aprendemos. Las redes sociales, la realidad virtual y la digitalización ya no son palabras de jerga, sino parte de la forma en que interactuamos con nuestro entorno. En este contexto, el diseño está adoptando y impulsando avances tecnológicos. Herramientas como la realidad virtual y aumentada son ejemplos claros de esto. No solo nos permiten diseñar de una manera más eficiente y flexible, sino también acceder a mercados que eran impensables hace solo unos años. Hacia adelante, la tecnología seguirá cambiando la forma en que moldeamos nuestra realidad y los diseñadores responderán a eso. Lo que nunca cambiará es tener a las personas en el centro de nuestros diseños y entregas. No importa cuál sea la herramienta, el cliente final seguirá siendo. Esto, en mi opinión, es tecnología con un toque humano.